sábado, 25 de julio de 2009

Fotógrafos del ayer

Emiliano Vera. Fotógrafo

Muchos son los recuerdos que han quedado del pasado, bonitas historias y alegres anécdotas han permanecido sembradas a lo largo del tiempo en quienes han tenido la oportunidad de conocer y disfrutar de la presencia de personajes emblemáticos que hoy por hoy han dejado su huella a las nuevas generaciones.

Cabe recordar en esta oportunidad a los fotógrafos de “cajoncito o ambulantes”, quienes con su cámara a cuestas, su guayabera y su pantalón planchado, salían de sol a sol a buscar su clientela y así tomarles las cuatro famosos fotos por tan sólo 2Bs, en aquellas emblemáticas décadas de los años 50 y 60.

Emiliano Vera, Pedro Bucobo y Misael Chirinos, alias El Pilón, son tres personajes nacidos en el sector Los Andes, del municipio Santa Rita, primos hermanos que fueron muy conocidos por sus habilidades gráficas, porque no conforme con el trabajo que le dedicaban a su gente, se ubicaban al frente de la otoñal Catedral de Cabimas para así captar la imagen de cualquier citadino que requería de sus servicios.

Hoy todavía permanece con vida Emiliano Vera, quien junto a sus compañeros formó parte por más de 20 años de cualquier acontecimiento que se celebraba en la localidad. Fiestas patronales, carnavales, bodas, quince años, bautizos, desfiles, hasta la más sencilla foto personal, fueron reseñadas gracias al ingenio de quienes encontraron en este oficio su modo de supervivencia.

Recuerdos
Como si se tratara de pocos días, este popular artista gráfico recordó con evidente entusiasmo aquellos momentos inolvidables. “Dentro de un cajoncito tapado con una bolsa de tela negra metíamos la cámara e introducíamos la mano, hacíamos instantáneamente los fijados y revelados, sacando los negativos y positivos de las cantidad de fotos requeridas, que podían ser cuatro u ochos fotos, esta profesión nos las enseñó un tío de nosotros llamado Cástulo Bucobo”.

Como parte de sus estrategias evocó que, “la cámara descansaba en un trípode y usábamos un caballito para los niños y un sombrero mexicano también para que se vieran más bonitos, mientras que para los trabajadores teníamos prefijado en negativo un partó y su corbata para su respectivo carné O pasaporte”, dijo sonriente Vera.

Comentó con orgullo que su familia siempre lo apoyó en esta ingeniosa labor, sus once hijos siempre se sintieron complacidos porque su talentoso padre era muy solicitado para inmortalizar cualquier evento y más en aquellos tiempos cuando la Seguridad Nacional no permitía el cumplimiento a cabalidad de este oficio.

“Cuando la cosa se puso fea, tuvimos que dejar de trabajar buscando otros horizontes, porque con el encarecimiento de los materiales que comprábamos en Cabimas o Maracaibo y la apertura de Foto Vega, Ávila y Barboza, con fotografías de tiempo, la gente se fue por el modernismo y se hizo escasa la clientela, entonces después que llevaba a mis hijos a sus colegios salía con mi laboratorio portátil o con mi Polaroid a buscar clientes en cualquier parte”, reseñó el fotógrafo.
“Antes de este oficio trabajaba con mi padre cultivando la tierra y después de él trabajé en la Nacional Suplay, en Fundemu manejando camiones, en mezcladoras de cemento, sin embargo, la fotografía fue quién me permitió mayormente levantar a mi familia, gracias a Dios” recalcó el entrevistado.

Realidad
Este hombre nacido el 31 de enero de 1930, producto de la unión entre Emiliano Vera (padre) y Laura Bucobo de Vera, cuenta hoy con 79 años de edad, de los cuales 54 ha sabido compartir con el amor de su vida, Mélida de Vera, mujer que se convirtió en la compañía perfecta para este personaje y con quien comparte también 19 nietos que la vida les ha regalado.

Manifestó no estar en desacuerdo con las nuevas tecnologías y con los “maravillosos inventos digitales”, sin embargo, recuerda con mucha nostalgia cada anécdota vivida, cada amigo ganado, cada sonrisa regalada y tanto cariño expresado por quienes tuvieron el gusto y honor de ser captados y fotografiados por su particular talento.

Entre retretas, comparsas, bailes, trabajadores petroleros y estudiantes, quedó sellada una importante página en la historia de este carismático señor que hoy disfruta plenamente de la tranquilidad de su hogar en pleno corazón de su querida Santa Rita.

Wilber Oviedo
El Regional del Zulia
01/02/2009

sábado, 18 de julio de 2009

La Gustavo Fuenmayor: escuela de vieja data.

"Hace poco tiempo por invitación recibida asistí al aniversario de la escuela básica de la Gobernación del Zulia, Gustavo Fuenmayor, ubicada en el primitivo sector La Rosa, cerca de la iglesia San Juan Bautista de esa parroquia.

Esta escuela de vieja data que lleva el nombre del destacado poeta, escritor y educador de la región zuliana, fue creada en 1940 cuando era gobernador del zZulia don apolodoro Chirinos.
En 1945 fueron concentradas de acuerdo con el libro de Vivencias Históricas de cabimas, del recordado educador Martiniano Sánchez, la escuela Gustavo Fuenmayor, Alberto Adriani y Pedro Celestino Sánchez, establecidas en casas inadecuadas en estos conglomerados, donde celebró su 70 aniversario.

Fue en 1943 cuando comenzó la construcción del edificio con ocho aulas que formó parte de la construcción de varios grupos escolares, como Manuel Mendez fuenmayor, Jesus Enrique Lossada y la Rodó para superar el alto índice de estudiantes que necesitaban de aulas adecuadas y confortables para esos años.

La escuela empezó a funcionar bajo la dirección del desaparecido educador Leopoldo Martínez y el personal docente integrado por la querida maestra Sara Montiel Urribarrí, Natalia Díaz, Yolanda Cortez, Raúl Acosta, María Chiquinquirá Báez, Catalina Lugo y Juan Granadillo entre los que recuerdo.

Igualmente asumieron la responsabilidad de la dirección Ramón Lizardo, Miguel Morales Córdova, Saturnino Fernández, Norberto Molero, Nancy Pulgar, ana Teresa García y el actual Humberto Urdaneta."

"La unidad educativa Gustavo Fuenmayor es de esas escuelas que se formaron en las décadas de los años 30 y 40, donde se aprendía materias clásicas sin que el alumno avanzara de los primeros grados, aparte de la mística devoción y dedicación de los maestros que entregaban todo su tiempo, sin esperar retribución alguna por el esfuerzo realizado."

Lic. Pedro Ramón Estrada
Cronista de Cabimas